En la primera infancia, las emociones como el miedo o la frustración no son señales de debilidad, sino oportunidades de aprendizaje emocional profundo. Desde la neuroeducación, sabemos que el cerebro del niño aún está en desarrollo, especialmente las áreas que regulan el comportamiento y las emociones. Por eso, no podemos esperar que un niño pequeño gestione solo una emoción intensa.
Aquí es donde entra en juego la corregulación emocional: el acompañamiento activo del adulto para que el niño aprenda a calmarse, poner nombre a lo que siente y transformar el malestar en resiliencia.
¿Por qué nuestros hijos no pueden autorregularse solos?
Durante los primeros años de vida, el cerebro —en especial el lóbulo prefrontal, encargado del autocontrol— está en pleno proceso de maduración. Un niño de 1, 2 o 3 años no tiene aún las herramientas internas para autorregularse.
Cuando se enfadan, lloran o tienen una rabieta, su cuerpo y cerebro están desbordados, no están siendo desobedientes. Necesitan que un adulto les preste regulación: que los calme, los contenga y les enseñe a atravesar esa emoción.
¿Qué es la corregulación emocional?
La corregulación es la capacidad del adulto de ofrecer calma, seguridad y límites con empatía cuando el niño no puede gestionarse solo. Esto implica:
- Bajar el tono de voz
- Estar presente sin juzgar
- Validar lo que siente el niño
- Marcar límites desde el afecto
Con cada episodio de contención amorosa, el niño aprende que sentir está bien y que no está solo ante sus emociones.
La función de las emociones en la infancia
La palabra “emoción” viene de “movimiento hacia”. Cada emoción impulsa una acción adaptativa: el miedo nos protege, el enfado señala un límite, la tristeza pide compañía.
Las emociones enseñan, construyen la memoria emocional y forman la base de nuestros valores.
Comprendiendo la frustración en la infancia
A partir del primer año, los niños comienzan a desarrollar su voluntad: “¡Quiero hacerlo yo!”, “¡No quiero eso!”, “¡Quiero más!”. Es una fase normal del desarrollo de la autonomía. Sin embargo, cuando el deseo choca con una norma, una limitación física o un “no”, aparece la frustración.
A esto se suma:
- Exceso de estímulos (ruido, luces, multitudes)
- Cambios en la rutina sin anticipación
- Imposibilidad de expresar lo que sienten
El berrinche no es un capricho, es una descarga emocional de un sistema nervioso inmaduro.
Estrategias para acompañar la frustración infantil
Regúlate tú primero
Tu calma es la base para calmar al niño. Respira, baja la voz, suaviza tu cuerpo. Tu serenidad es el “cerebro prestado” que el niño necesita.
Valida sin ceder
“Entiendo que estés enfadado porque querías seguir jugando. A veces es difícil parar.”
Validar no es lo mismo que ceder: es decirle al niño que lo que siente está bien, aunque no siempre pueda hacer lo que quiere.
Contención segura
Acompaña desde la cercanía física o emocional: un abrazo, tu presencia tranquila o simplemente estar a su lado hasta que pase.
¿Y qué hacemos con el miedo?
El miedo infantil es una emoción protectora. Aparece ante peligros reales o imaginarios y es completamente esperable en la infancia.
Miedos evolutivos comunes:
- Separación (desde los 8 meses): miedo a quedarse solo
- Miedo a lo imaginario (desde los 2 años): monstruos, oscuridad…
- Pesadillas y terrores nocturnos: suelen reflejar vivencias diurnas
La clave está en no minimizar, sino acompañar. “No pasa nada” o “eso no da miedo” invalida su experiencia. Mejor decir:
“Estoy contigo. Entiendo que ahora sientas miedo. Aquí estás seguro.”
Cómo ayudarles a superar el miedo
- Luz tenue en la habitación
- Juegos con sombras para integrar la oscuridad
- Exposición gradual y segura al estímulo temido (ej. acariciar un perro contigo primero)
- Historias protectoras, cuentos que les ayuden a resignificar sus miedos
La educación emocional como cultura compartida
Acompañar emocionalmente no es solo tarea del hogar o de la escuela: ambos espacios deben actuar como aliados. Cuanto más coherencia haya entre ambos entornos, mayor seguridad emocional para el niño.
- En Nemomarlin, validamos emociones cada día
- Marcamos límites con afecto y respeto
- Modelamos la calma en lugar de imponerla
Este es el camino hacia una educación emocional real, profunda y duradera.
Conclusión
La disciplina positiva no es permisividad, sino acompañamiento emocional con límites claros. Es ser ese lugar seguro al que el niño acude cuando su mundo interior se desborda.
Criar desde la calma, validar sus emociones y educar sin castigos, pero con firmeza y empatía, es sembrar resiliencia y bienestar a largo plazo.
En Nemomarlin, creemos que educar las emociones es educar para la vida. Y lo hacemos cada día, con presencia, respeto y mucho amor.
María Laura – Educadora en Nemomarlin Retiro